Querella Fraternal
Muchacha provinciana que al morirse la tarde lastimera, te asomas pensativa a la ventana, detrás de la marchita enredadera, y buscas con los ojos tras la loma, tal vez pensando en una historia trunca, un novio que no asoma, que no asoma, que no llegara nunca.
Viajero solitario que al acercarte a la escondida aldea, te paras a mirar el campanario, y el camino amarillo que serpea como un dolor sobre el escueto monte, hasta perderse triste y silencioso en el confín del pálido horizonte.
Enfermo que en tu alcoba oyes el grito del reloj que deja desde su caja obscura de caoba caer las horas como dulce queja, y piensas en la madre y en la novia que te tienden los brazos desde lejos, sin saber la amargura que te agobia, al ver quizás por la ocasión postrera la ultima rosa que prendió la tarde como un beso de luz en tu vidriera.
Poeta taciturno que a media-noche en la calleja avanzas, recitando entre dientes el Nocturno, mientras se escucha un piano adolorido que deshoja recuerdos y esperanzas como se queja un ave desde el nido
Yo soy hermano de vosotros; flota algo crepuscular en torno mío, algo que es luz, o soledad, o nota, o murmullo lejano de algún río. Algo que viene desde lejos, y arde como una estrella vespertina y tiene la tristeza infinita de la tarde.
— Ricardo Nieto