La Hora del Lobo

Este es un libro de relatos inspirados en la ciudad de Cali desde una perspectiva fúnebre. Divido en tres capítulos, con temáticas totalmente diferentes se esbozan sentimientos y miedos recurrentes a partir de diversos estéticas y materiales.

“La Hora del Lobo es ese momento entre la noche y la aurora, cuando la mayoría de la gente muere, cuando el sueño es más profundo, cuando las pesadillas son más reales, cuando los insomnes se ven acosados por sus mayores temores, cuando los fantasmas y los demonios son más poderosos”

 

— Bergman, 1968.

Autores:

Dirección creativa y diseño gráfico: María Alejandra Posada y Laura Ramírez 
Fotografía: Nicolas Caballero Arenas, Reportaje del Periódico el País y María Alejandra Posada.

libro lobo
Querella Fraternal

Muchacha provinciana que al morirse la tarde lastimera, te asomas pensativa a la ventana, detrás de la marchita enredadera, y buscas con los ojos tras la loma, tal vez pensando en una historia trunca, un novio que no asoma, que no asoma, que no llegara nunca.

Viajero solitario que al acercarte a la escondida aldea, te paras a mirar el campanario, y el camino amarillo que serpea como un dolor sobre el escueto monte, hasta perderse triste y silencioso en el confín del pálido horizonte.

Enfermo que en tu alcoba oyes el grito del reloj que deja desde su caja obscura de caoba caer las horas como dulce queja, y piensas en la madre y en la novia que te tienden los brazos desde lejos, sin saber la amargura que te agobia, al ver quizás por la ocasión postrera la ultima rosa que prendió la tarde como un beso de luz en tu vidriera.

Poeta taciturno que a media-noche en la calleja avanzas, recitando entre dientes el Nocturno, mientras se escucha un piano adolorido que deshoja recuerdos y esperanzas como se queja un ave desde el nido

Yo soy hermano de vosotros; flota algo crepuscular en torno mío, algo que es luz, o soledad, o nota, o murmullo lejano de algún río. Algo que viene desde lejos, y arde como una estrella vespertina y tiene la tristeza infinita de la tarde.

 

— Ricardo Nieto

cali-lobo
collage cali
Memoria

«Santiago de Cali, la Sucursal del Cielo, se convirtió de pronto en el núcleo mismo del infierno. Miles de cuerpos mutilados, hierros retorcidos, escombros humeantes y un desfile interminable de almas extraviadas entre el dolor y el miedo, poblaron las calles esa madrugada. Cali no volvería a ser la misma. La explosión del 7 de agosto arrasó para siempre una parte del corazón de la vieja ciudad. Pero de entre sus cenizas también surgió el espíritu solidario que todavía impulsa a Cali.

Fue como un corto circuito. Como una bola de fuego que caía del cielo. Como el juicio final. Y después, todo fue oscuridad. La polvareda de tantas construcciones de bahareque que cayeron, asfixiaban a niños, mujeres, ancianos, hombres, porque quedaron bajo tierra. Las puertas las ventanas se desprendieron. Otras se atascaron.

Luego, todo estaba oscuro y la gente pasaba corriendo chorreando sangre y gritando como loca buscando a sus seres queridos. Y había muertos, muchos muertos». 

 

— Periódico el País, 2016.

Soledad

De pie se yerguen las ruinas de lo que fue,  el viento cala los muros desgastados que con el tiempo se empiezan a desvanecer.

Ya no hay un alma que ronda entre oraciones y charlas mundanas, ya no existe ventanas que reflejan la luz de la mañana, solo queda el profundo vacío de un sitio que antaño solía llenarse de vida, pero que ahora es solo una constante sombra que ha sido barrida.

De pie se yerguen las ruinas de lo que fue, los pájaros negros se paran en lo alto, y escuchan con nostalgia el canto gregoriano de una época pasada que yace en las paredes, desgastadas por la frívola lluvia, por el sol inclemente.

Se mira de cerca, se mira de lejos, se quedará resquebrajada, sin dueño, consumida, solitaria, vacía, De pie se yerguen las ruinas de lo que fue,

y de lo que nunca más volverá a ser…

 

— Laura Ramírez

foto iglesia

La Hora del Lobo

Este es un libro de relatos inspirados en la ciudad de Cali desde una perspectiva fúnebre. Divido en tres capítulos, con temáticas totalmente diferentes se esbozan sentimientos y miedos recurrentes a partir de diversos estéticas y materiales.

“La Hora del Lobo es ese momento entre la noche y la aurora, cuando la mayoría de la gente muere, cuando el sueño es más profundo, cuando las pesadillas son más reales, cuando los insomnes se ven acosados por sus mayores temores, cuando los fantasmas y los demonios son más poderosos”

 

— Bergman, 1968.

Autores:

Dirección creativa y diseño gráfico: María Alejandra Posada y Laura Ramírez 
Fotografía: Nicolas Caballero Arenas, Reportaje del Periódico el País y María Alejandra Posada.

libro lobo
Querella Fraternal

Muchacha provinciana que al morirse la tarde lastimera, te asomas pensativa a la ventana, detrás de la marchita enredadera, y buscas con los ojos tras la loma, tal vez pensando en una historia trunca, un novio que no asoma, que no asoma, que no llegara nunca.

Viajero solitario que al acercarte a la escondida aldea, te paras a mirar el campanario, y el camino amarillo que serpea como un dolor sobre el escueto monte, hasta perderse triste y silencioso en el confín del pálido horizonte.

Enfermo que en tu alcoba oyes el grito del reloj que deja desde su caja obscura de caoba caer las horas como dulce queja, y piensas en la madre y en la novia que te tienden los brazos desde lejos, sin saber la amargura que te agobia, al ver quizás por la ocasión postrera la ultima rosa que prendió la tarde como un beso de luz en tu vidriera.

Poeta taciturno que a media-noche en la calleja avanzas, recitando entre dientes el Nocturno, mientras se escucha un piano adolorido que deshoja recuerdos y esperanzas como se queja un ave desde el nido

Yo soy hermano de vosotros; flota algo crepuscular en torno mío, algo que es luz, o soledad, o nota, o murmullo lejano de algún río. Algo que viene desde lejos, y arde como una estrella vespertina y tiene la tristeza infinita de la tarde.

 

— Ricardo Nieto

cali-lobo
Memoria

«Santiago de Cali, la Sucursal del Cielo, se convirtió de pronto en el núcleo mismo del infierno. Miles de cuerpos mutilados, hierros retorcidos, escombros humeantes y un desfile interminable de almas extraviadas entre el dolor y el miedo, poblaron las calles esa madrugada. Cali no volvería a ser la misma. La explosión del 7 de agosto arrasó para siempre una parte del corazón de la vieja ciudad. Pero de entre sus cenizas también surgió el espíritu solidario que todavía impulsa a Cali.

Fue como un corto circuito. Como una bola de fuego que caía del cielo. Como el juicio final. Y después, todo fue oscuridad. La polvareda de tantas construcciones de bahareque que cayeron, asfixiaban a niños, mujeres, ancianos, hombres, porque quedaron bajo tierra. Las puertas las ventanas se desprendieron. Otras se atascaron.

Luego, todo estaba oscuro y la gente pasaba corriendo chorreando sangre y gritando como loca buscando a sus seres queridos. Y había muertos, muchos muertos». 

 

— Periódico el País, 2016.

collage cali
Soledad

De pie se yerguen las ruinas de lo que fue,  el viento cala los muros desgastados que con el tiempo se empiezan a desvanecer.

Ya no hay un alma que ronda entre oraciones y charlas mundanas, ya no existe ventanas que reflejan la luz de la mañana, solo queda el profundo vacío de un sitio que antaño solía llenarse de vida, pero que ahora es solo una constante sombra que ha sido barrida.

De pie se yerguen las ruinas de lo que fue, los pájaros negros se paran en lo alto, y escuchan con nostalgia el canto gregoriano de una época pasada que yace en las paredes, desgastadas por la frívola lluvia, por el sol inclemente.

Se mira de cerca, se mira de lejos, se quedará resquebrajada, sin dueño, consumida, solitaria, vacía, De pie se yerguen las ruinas de lo que fue,

y de lo que nunca más volverá a ser…

 

— Laura Ramírez

foto iglesia
2017
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